sábado, 17 de septiembre de 2016


 La mujer en el bohío

 
Solo caminaba,

Solo andaba por andar,

Solo salí fuera de mi tenada

Con objeto de ver,

A la caída de la tarde,

Los vericuetos y juegos

Que, con alegre simpatía,

Practican las luces y las sombras.

 
Solo salí por hacerme dueño

De una sorpresa tonificante,

Algo que me empujara

Hacia los cambios,

Solo buscaba un revulsivo

Que, con generosidad,

Donase a mi mente

Algún nuevo guion.

 

Caminaba con la mirada perdida,

Cuando, de pronto,

Una cancela, del color del arco iris,

La entrada a un jardín frondoso

Y abarrotado de paseos agrestes.

 
Fue tal mi refresco y alegría,

Mi curiosidad por ver algo nuevo,

Algo fresco, algo de belleza lozana,

Que no pude resistir,

Y entré, ávido de sorpresas.

 
Al entrar en un laberinto de aligustre,

Que se cernía frente a mi,

Me embriagué de olor a jazmín,

A rosas, a hierba húmeda y viva.

 
En la rotonda del fondo del paseo,

Había un bohío,

Con música de baile,

Y la mujer que yo buscaba,

La mujer que había buscado

Durante, que se yo, media vida,

O eso me parecía.

 
Era una dulce y generosa dama,

Con bellísimos ojos claros y cristalinos,

Que al punto me ofreció sentarme,

Y, con sus manos de belleza extrema,

Me tomó las mías, diciendo

Que no me fuese de nuevo,

Que era yo quien ella esperaba

Sentada bajo el bohío.

Fue entonces cuando me aseguré

De que era ella a quien

Tanto tiempo había estado buscando.

 

 

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