Solía tener más años
que
el cocodrilo de mi
jardín,
hasta que mi mundo
del otro lado
se coló directamente encima,
justo en los espejos
del baño,
vi la cara del más
grande de todos.
Entretanto busqué
nombres de peces y
se los di a comer,
luego tomé unas gotas
de agua
y traduje sus idiomas
a otros que
se asemejaran más al
mío.
De una manera que
desconozco,
jamás le conté a
nadie ese secreto.
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