miércoles, 21 de septiembre de 2016


Otero

 

Cada mañana, al empezar la marcha,

Algún pastor me decía, con

El convencimiento cristalino

De un niño sin malas artes,

Que la llegada estaba, con certeza,

Tras el otero que cerca de mí había.

Cada mañana, perdiendo la esperanza,

Pues el otero seguía tan lejos,

Otro pastor, buen hombre,

Me decía calladamente, sin miedo,

Que mi llegada estaría en un otero,

En el que ya estaba a tiro de piedra.

Las mañanas cada vez eran más largas,

Las jornadas cada vez más duras,

La esperanza se iba disipando,

Y mi cansancio en aumento.

Un día, era tal mi desesperanza

Y mi agotamiento, que esa mañana

No me levanté.

Pasó el tiempo, mucho tiempo,

Y, de pronto un día,

Al alzar la vista,

Con la sorpresa

Más grande conocida,

Vi el otero,

Ese día empecé

A vivir.

 

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