Nadie, nada
Entre el
olor a humedad de la estepa interminable
He caminado
solo, despistado, he mirado a los lados
Muchas
veces, tantas que mis pupilas se han desteñido.
Por el
cansancio sonoro he parado y me he tendido
Sin idea de
dormir.
Al
despertar, entre la bruma a la que estaba sujeto,
Y con
desconcierto, como el de un muchacho
Que mira por
vez primera una mujer,
He visto
ante mí, el lugar donde no se me conocía,
La estación
sin trenes, sin cantina,
De madera
raída por los años, de aspecto sórdido,
Y en la
puerta un hombre vestido.
He intentado
acercarme, he mirado la senda negra
De la
entrada, y al llegar a la galería
Con la
baranda gritando, he dado la vuelta,
Sin poder
salir a la senda de nuevo.
El hombre de
la entrada la había cerrado.
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