viernes, 16 de septiembre de 2016

ESTACIONAL...

¡Cuántas hojas en el suelo! ¡Cuántas por caer!

Emocionalmente estacional.

No como ese árbol marcescente que cambia su piel cada año de forma imperceptible, que se desnuda y se viste al mismo tiempo, que apenas siente el frío del invierno tiene ya un nuevo y abrigado manto. Siempre bello... preparado y ligero como un hombre a los treinta.
No perenne, como el ciprés, compacto, apretado y oloroso. Su misteriosa sombra se dibuja en el suelo, cada vez más lejos, mientras altivo y distante se eleva seguro hacia el cielo, lo alcanza... lo acaricia.

Ca-du-ci-fo-lio, aquí me encuentro.....
En otoño sus hojas embellecen los bosques, los ríos, los caminos, las calles y las fuentes. Majestuoso velo, sangre y arena, caótica tauromaquia, estadio pasional y efímero, tras el que queda desnudo, cada año más vulnerable, expuesto a la invernal y crujiente escarcha.

El rocío, desprovisto de esa magia que le confieren los versos de febriles y enamorados escritores, humedece su piel dormida sobre el suelo de La Castellana. Los transeúntes, precipitados y ausentes, pisan con sus zapatos el embarrado bulevar, se alejan y esparcen sus jirones por toda la ciudad. Tal vez, algunos gatos, sepan ver en los despojos de Madrid, la belleza oculta que adivinó Justina en las vísceras de Alejandría...

La primavera duele al árbol caduco, los incipientes brotes escuecen bajo la ajada y adormecida epidermis. Olvidada toda sensibilidad, este despilfarro de emociones sin sentido… acojona, ¿y si los callos, endurecidos por demasiados inviernos, no ansiaran abrirse para facilitar el estallido? El Grito, Munch y su puto grito. Clorofila y azul, aguas de nieve muerta, aguas heladas, obligado y doloroso placer… el lado trágico de la felicidad.

Verano apacible para los caducos. Sus vagas ramas se desperezan reconfortadas por un sol que arde. Contra natura su espeso manto no les agobia ni marchita. La frondosa sombra que proyectan casi puede cortarse, refresca y acoge a quien se acerca, libélula o alacrán, caminante o fugitivo. Pero es esa misma sombra la que esconde también, el acecho imparable de un nuevo otoño.
Ana Birlanga Bellod (Madrid Otoño 2015)

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