sábado, 17 de septiembre de 2016

El jayán

El jayán no le hacía mal a nadie,
Solo se dedicaba, como un zombi,
A marotear...

 No iba en busca de nada ni nadie,
No ansiaba, siquiera, una quimera,
No tenía conocidos a quien buscar,
No tenía amigos a quien encontrar,
No tenía familia ninguna a la que hablar.


Se reconcomía las entrañas el jayán,
Se retorcía la sesera buscando un por qué,
Se maceraba la mente y el corazón,
Intentando comprender su estado.

Su estado no era más que el de un paria,
El de un huérfano de ideas,
El de un hombre en el vacío sideral,
El del cabestro sin corral.

Se preguntaba sin cesar el jayán,
Quien cuidaría sus aperos de labrar,
Quien miraría a las estrellas en su lugar,
Quien vertería brisa nueva en su lugar.


 

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